Según la Asociación del Transporte Internacional por Carretera (Astic), el transporte pesado de mercancías por carretera supone, actualmente, el 4,5 % de las emisiones de gases de efecto invernadero dentro de la Unión Europea. Hablamos, sobre todo, de dióxido de carbono, pero también de metano, ozono y óxido nitroso. Una cifra que, sin llegar a los datos exagerados de algunos países asiáticos, hace falta reducir de cara al futuro.

El transporte de mercancías por carretera se ha convertido en uno de los ejes del desarrollo económico mundial. De hecho, es imposible entender las cadenas de suministro actuales sin él. El mejor ejemplo es España. En estos momentos, el 95 % del transporte terrestre general se realiza por carretera, dejando el restante 5 % al tren. Un dato que ha seguido aumentando en los últimos trimestres.

En nuestro país hay más de 100.000 empresas dedicadas al sector del transporte. Entre todas ellas, operan casi 360.000 vehículos profesionales y dan empleo a medio millón de personas de forma directa y a otro medio millón de forma indirecta. En total, suponen el 5 % del PIB nacional. Esto nos coloca como la segunda potencia europea en cuanto al transporte por carretera, solo superados por Polonia. Nuestra cuota de mercado a nivel comunitario es del 16 %.

La eficiencia y la sostenibilidad del sector se han mejorado bastante en los últimos tiempos. De hecho, en los últimos 10 años, los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido en un 20 % por kilómetro. Pero tanto las más altas instancias europeas como los profesionales del sector saben que aún queda mucho camino por delante. Es por esto que, a través del Pacto Verde firmado por la Unión Internacional de Transporte por Carretera (IRU), se espera llegar a la neutralidad de emisiones en 2050. Para ello, es necesario reducir cada año las emisiones en 3000 millones de toneladas.

La llegada de ayudas para el sector del transporte por carretera se presenta fundamental para acometer las mejoras necesarias, que pasan por:

•            La inversión en vehículos más eficientes energéticamente. Lo más importante es que dejen atrás el diésel y apuesten por combustibles alternativos como el GLP o el GNL. También existen alternativas híbridas y eléctricas.

•            Formar a los conductores en conducción económica. De esta manera se puede reducir al mínimo el consumo de combustibles fósiles durante los trayectos por carretera.

•            Mejorar la planificación de rutas. Esto se puede conseguir mediante el uso de programas informáticos y dispositivos de navegación más optimizados.

El transporte intermodal, una solución interesante

Imaginemos un producto en las estanterías de un almacén. Tras ser comprado por un cliente, es sacado del palé en el que se ubica y llevado en una carretilla de transporte hasta el camión pesado que lo va a cargar. Este lo lleva al puerto, donde es introducido en un buque para navegar, por ejemplo, de China a España. Posteriormente, tras llegar al destino, es cargado en un camión ligero para ser repartido en el domicilio del cliente.

La combinación de dos o más sistemas de transporte distintos es lo que se conoce como transporte intermodal. Se trata de una alternativa que, generalmente, resulta mucho más eficiente que utilizar solo la vía terrestre. Sin embargo, aunque lleva años aplicándose, todavía no se ha implementado en su totalidad.

En definitiva, España es una potencia dentro del sector del transporte por carretera a nivel europeo, ocupando el segundo lugar del ranking por cuota de mercado dentro del territorio comunitario. Esto hace, evidentemente, que sea uno de los países que más gases de efecto invernadero emite por este concepto. Un hecho sobre el que hay que trabajar a partir de los preceptos de sostenibilidad y ecología existentes en la actualidad. El desarrollo de rutas optimizadas, la inversión en vehículos menos contaminantes y la combinación con otros medios de transporte son los aspectos que marcarán el futuro.